Benedicto XVI, una estrella más del canal de las estrellas

BERNARDINO VAZQUEZ MAZATZI

ESCRITOR Y PERIODISTA

Las televisoras nacionales, las que venden a los pobres hasta lo más absurdo, en la visita del representante del Apóstol Pedro le ponen precio, venden y cobran sin ningún recato la imagen del Papa Benedicto XVI y explotan hasta el hartazgo el concepto que los mexicanos tienen de su fe y sus creencias.

Con la complicidad ¿inconsciente? de los creyentes y no creyentes, con la aceptación de los católicos y no católicos y con el permiso o no de las autoridades y la Iglesia, Televisa y TV Azteca despliegan el ingenio, el personal y los recursos técnicos “para llevar hasta sus hogares” los pormenores de tan distinguida visita haciendo alarde de poderío económico y dejando en claro que la cobertura es del tamaño de las ganancias económicas de las empresas y del tamaño del fanatismo de la grey.

La visita del representante carnal de Cristo en la tierra no necesitaba de tanta propaganda televisiva ni de demostrar nada a nadie, a menos que ello represente ganancias económicas, mismas que están a años luz del objetivo pastoral, religioso, pacifista y conciliador del Papa.

Su santidad por sí mismo, o con el antecedente humanista y peregrino de Juan Pablo Segundo, tenía todo para congregar a miles de feligreses en torno suyo, a conseguir la transformación de los no creyentes, a despertar las emociones y sentimientos de los mexicanos o a fracasar y triunfar sin la ayuda de la televisión privada.

Sólo que esa misma televisión privada no podía dejar pasar el río de dinero que le dejaría una visita papal y se convirtió en vocera de los sentimientos y conciencian de la sociedad. Deforma inmoral y desprovista de un objetivo ajeno a la ambición, la llamada “caja idiota” se anticipó por varias semanas a los acontecimientos y a las declaraciones de las autoridades papales y, como siempre, marcó los tiempos, las formar y sobre todo, los costos de la fe.

Al fin monopolios nacionales, al fin la única opción de entretenimiento para millones de mexicanos refugiados en la comodidad de no pensar, no actuar y no hablar, Televisa y TV Azteca acapararon los tiempos y los costos delos anuncios y pensaron que bien hubiera valido la pena el intento de no permitir siquiera la venta de pepitas y huesitos si no eran de su propiedad.

El fin económico, para las televisoras nacionales, es, ha sido y será siempre lo primordial, lo único que vale; la fe, los credos, la ansiada filosofía piadosa, el humanismo probable, la posibilidad reivindicadora y el arrepentimiento real o fingido son algo que en realidad no les importa pues no dejan ganancias millonarias, a menos que traigan como consecuencia, fin o inicio, jugosas ganancias.

Benedicto XVI en negocio. Lo es para quienes tienen la posibilidad y los conectes suficientes para hacerlo productor de dinero; el Papa concilia intereses, pero económicos; es hacedor de milagros que son palpables en las cuentas bancarias de los Salinas y Azcárraga.

Los mexicanos, antes y tras la visita del Papa, seguimos creyendo que las cosas serán diferentes sólo porque las televisoras nos acercaron su rostro y quisieron hacernos oír su palabra sin que eso necesariamente lograra despertar a la gente que se deja morir en la inacción, en el insomnio que provoca el discurso oficial y en la cotidianeidad de las muertes violentas por encargo y por docena.

Benedicto XVI, no obstante, merece el reconocimiento y la gratitud de los pocos que no tuvimos la oportunidad ni las ganas de insolarnos para ver apenas el hálito de su presencia en México; merece un GRACIAS por su presencia y por la intención que lo trajo; lástima que no se entienda su mensaje en su justa dimensión, objetivo y motivos y sigamos esperando que todo nos llegue del cielo en vez de movernos para merecerlo.